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La Natividad, un campeón con talento, caballos y una importante muestra de carácter.

El que diga que el polo es un hermoso deporte donde todo se basa en talento, está olvidando la parte más importante de esta historia.

El que diga que el polo es un hermoso deporte donde todo se basa en caballos, está olvidando la parte más importante de esta historia.

Por supuesto, influye el talento. Por supuesto, influyen los caballos. Pero en gran parte influye la mente. Para bien o para mal.

Lo psicológico juega cada vez más en el deporte. En todos los deportes. Y por supuesto, también en el polo.

No hay forma de analizar la final del 131 Abierto de Hurlingham que sea desde el punto de vista psicológico por encima de todo. El resultado que quedará en la historia es la victoria de La Natividad por 13 a 12 ante La Dolfina. Pero detrás de ese número tan ajustado, hay mucho por contar.

El comienzo fue todo de La Natividad. Sus jugadores estaban más rápidos mentalmente y llegaban antes a cada bocha. También había diferencia marcada en los throw-ins, casi todos ganados por los hombres verdes.

Por eso no extrañó que al finalizar el tercer chukker, La Natividad se imponía por 7 a 2. Era una diferencia impensada por todo el mundo del polo, que esperaba una definición más cerrada. Tan impensada como justa.

La Dolfina se despertó a partir del cuarto chukker. Ganó ese parcial por 4-2 para ponerse 9-6 en el half-time y 1-0 el quinto para ponerse 9-7.

Entonces pasó lo inesperado. Adolfo Cambiaso debió dejar la cancha en el inicio del sexto chukker por un presunto desgarro. En los próximos párrafos, seguiré hablando del partido. Pero acá haré un análisis de lo que no pasó y que no es comprobable. Es solo mi opinión.

Pese a que La Dolfina venía en ascenso, yo creo que con Cambiaso en cancha La Natividad se iba a despertar e iba a ganar el partido por más goles. Incomprobable, sí. Cualquier puede decir que La Dolfina estaba mejor e iba camino a darlo vuelta (algo que pasó sin Cambiaso en cancha). Mi análisis indica que La Natividad habría recuperado su juego en los dos últimos parciales para ganar con más amplitud. Repito: presunción incomprobable.

Lo cierto es que el inicio del sexto, Adolfito dejó la cancha y lo reemplazó Gonzalo Ferrari. ¿Qué pasó? Hubo cierta relajación de La Natividad, relajación lógica ante la salida del líder rival. Pero en especial hubo un crecimiento de los hombres de La Dolfina.

Sin Adolfito, Pelón se transformó en líder. Juan Martín Nero anticipaba rivales. Poroto encaraba y se llevaba el mundo por delante. Y Ferrari era un jugador de 9 goles, mucho más que su mentiroso siete. La salida de Cambiaso fue una inyección anímica para La Dolfina.

Del 7-9 cuando se produjo el cambio, se pasó a un 11-9 para Poroto y compañía. Hurlingham ardía. De un partido con destino a goleada se pasó a un partido con final incierto. Es que La Dolfina dejó más de dos chukkers sin anotar a su rival y metió un parcial de 7-0 para lograr pasar al frente en el marcador.

La Natividad reaccionó en parte del sexo y en el séptimo. Llegaron empatados en 12 al último período. Las tribunas vibraban, aplaudían, gritaban… Se emocionaban. Pudo ser para cualquiera de los dos, aunque por lo hecho en el chukker final, La Natividad estuvo algo más cerca. Con un golazo de Facundo Pieres a falta de sólo 30 segundos para la campana final, el partido se inclinó para el equipo verde.

El partido se cerró con una ovación para los ochos jugadores. Una ovación mucho mayor de la que hubiese sonado.

La Natividad tuvo talento, caballos y carácter. Esa palabra eligió Lolo Castagnola para definir la victoria del equipo de sus hijos. Carácter es fortaleza psicológica para hacerse fuerte en un partido que parecía que se le iba de las manos de manera sorprendente.

Porque los campeones tienen que tener todo. Sino, no pueden ser campeones.

 













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